Letras que suenan
Hola a tod@s,
tengo el gran placer de publicar, como último post del año, el nuevo cuento inédito de Miguel Calzada, escrito ad hoc para este blog: “El fuego nos hará libres” (2011).
Esta vez el autor nos habla de música reggae, ganja y rastafaris…
Muchas gracias a Miguel por este maravilloso regalo de Navidad. Y muchas gracias a tod@s vosotr@s por el apoyo constante.
El blog volverá a abrir sus puertas en enero.
Os deseo felices Fiestas y todo lo mejor para el 2012.
Un abrazo,
Nicola
El fuego nos hará libres – por Miguel Calzada
Catch a fire, de Bob Marley & The Wailers (1973)
1. Concrete Jungle
2. Slave Driver
3. 400 Years
4. Stop That Train
5. Baby We’ve Got a Date (Rock It Baby)
6. Stir It Up
7. Kinky Reggae
8. No More Trouble
9. Midnight Ravers
Concrete Jungle – Bob Marley (Catch a Fire)
La música tiene algunas cosas buenas. Una de ellas es que cuando golpea no te hace daño. En el arrabal de Trenchtown, Jamaica, podían hacerte daño los puños y los palos. También la miseria y las balas que escupían las semiautomáticas de las bandas. Pero la música no. La música era lo único que te mantenía caliente.
Eran los años setenta y los dos grandes partidos políticos de la isla tenían matones a sueldo. Iban y venían en viejas camionetas encargándose de gestionar la rentable violencia, visitando los guetos para provocar matanzas como la de Orange Lane en 1976 (11 muertos en un fuego provocado por sicarios). Sus casi dos millones de habitantes no lo sabían, pero Jamaica era un pequeño laboratorio en el que ensayar el apocalipsis.
Era la guerra fría y el Che Guevara llevaba muerto cinco años, pero en los oídos del gringo resonaba su profecía de que el Vietcong ganaría la guerra y su promesa de “crear dos, tres, muchos Vietnam” en el patio trasero de América.
Era la guerra del Vietnam y la paranoia nuclear. Charlie Manson ya estaba entre rejas y en Jamaica la CIA se infiltraba para apoyar a los conservadores de Edward Seaga frente a los reformistas de Michael Manley, que pedía educación gratuita y salarios más justos, pero también una alianza con la Cuba de Castro. Había espías y había armas, un río de armas que inundaba el gueto.
Era de noche y en el arrabal de Trenchtown se encendían las hogueras y los soundsystems, las discotecas del tercer mundo: un tocadiscos, un par de altavoces y una decena de vinilos. Un disc-jockey que conectaba la corriente a la farola más cercana y pinchaba los éxitos de vecinos del barrio como los Abyssinians y Toots & The Maytals. La música agitaba a los más pobres de entre los pobres y el mundo cambiaba entre compás y compás. En Chile ganaba las elecciones Salvador Allende. En Estados Unidos, Richard Nixon.
Estaban allí solo porque sus tatarabuelos habían llegado a la isla encadenados, pero ahora Robert Nesta Marley les cantaba que estaban cambiando las tornas. Hablaba del fuego que consumiría a los negreros y de las infinitas maneras de escapar de la jungla de cemento en la que 400 años después seguían presos. El 96% de los jamaicanos descendía de un esclavo.
Era 1972 y el grupo de Marley, los Wailers, se había quedado tirado en Londres. Su discográfica cazaba artistas en las costas del tercer mundo y así les habían cazado a ellos, como los mercaderes a los indígenas en el siglo XVII. Cuando el contrato se rompió en pedazos, la posibilidad de una gira por Europa se desvaneció y los tres jamaicanos vagaban bajo la lluvia y se paraban a mirar los escaparates del hombre blanco.
Marley caminó hasta las oficinas de Island Records, la discográfica de Jimmy Cliff, y habló con el dueño, Chris Blackwell, un inglés de padre irlandés y madre sefardita. Blackwell sabía que el reggae solo necesitaba un poco de rock para conquistar el mercado global. En cuanto pisó su oficina, supo que Marley era el rock. Le dio 4.000 libras y mandó a los Wailers de vuelta a casa para que grabasen un disco.
Bob Marley, Peter Tosh y Bunny Livingston formaban parte de la primera generación que alcanzaba la mayoría de edad en una Jamaica independiente y de futuro dudoso. Tocaban ska, reggae, baladas y lo que hiciese falta, pero como buenos rockeros lo que de verdad querían era ser famosos y hacer la revolución. Era difícil no hablar de revolución en Trenchtown. Una coalición de liberales, comunistas y seguidores de Malcolm X acababa de ganar las elecciones. Durante la campaña, Michael Manley, el nuevo presidente, había lucido el bastón de mando que Haile Selassie le había regalado.
Haile Selassie, emperador de Etiopía y descendiente del rey Salomón, había sido identificado como Dios en la tierra por la extraña secta jamaicana de los rastafaris, una imposible mezcla de judaísmo ortodoxo, cristianismo copto y creencias aborígenes africanas.
En los años treinta habían seguido a Marcus Garvey, el periodista que inventó el panafricanismo. Garvey predicaba que, al igual que los judíos de Moisés, los afroamericanos eran esclavos en el exilio. La liberación llegaría cuando todos los negros de América se uniesen en torno a un profeta y regresasen a África para crear un Estado. Los rastafaris de los setenta vivían inflamados de mesianismo: creían que Haile Selassie había llegado para restaurar la justicia universal. En la isla había 100.000 rastas y un número aún mayor de simpatizantes que veían en ellos lo único genuinamente jamaicano que jamás había existido.
Los campamentos de rastafaris –grupos de cabañas precarias sin luz ni agua- habían crecido por toda Jamaica, pero sobre todo en los guetos de Kingston, también en Trenchtown. Tenían su dieta (la del Antiguo Testamento pero sin carne ni alcohol), su droga (la ganja) e incluso su música: el legendario percusionista Count Ossie les había enseñado a tocar Burru, un ritmo africano transmitido de esclavo a esclavo a lo largo del interminable exilio. El reggae tomó prestada su pauta y a cambio los rastafaris empezaron a seguir a Marley, a Lee Perry y a otros músicos para convencerles de que tenían que ser profetas de Jah (Yahvé o Jehová ).
Los rastafaris hablaban de justicia a los que no tenían pan que llevarse a la boca. Hablaban de romper las cadenas y, sin saberlo, hablaban de política. Los políticos también hablaban, y sabían que los soundsystems eran la mejor manera de conectar con el pueblo. Recibir el apoyo de una estrella de reggae era mejor que imprimir cien mil panfletos, porque en Trenchtown casi nadie sabía leer.
Pronto el reggae fue política. Bob Marley apoyó a Michael Manley, que ganó las elecciones blandiendo el bastón de mando de Haile Selassie. Unos años después los rostros pálidos del primer mundo bailaban al ritmo de canciones en las que se mencionaba insistentemente la grandeza del emperador de Etiopía. La globalización había empezado, pero nadie parecía darse cuenta.
Los Wailers aprovecharon las 4.000 libras de Blackwell y grabaron “Catch a fire”, un folk del subdesarrollo que miraba de reojo al pop de los ricos. Como todo producto globalizado, su secreto estaba en superponer influencias y estados de ánimo. En sus notas hay promesas de revolución y sexo, pero también el blues del que sabe que hoy no brillará el sol. Eran himnos escritos para una tribu cautiva en la metrópoli, un pueblo preso en Babilonia, pero cuando el disco llegó a las tiendas no quedaba claro si esa tribu eran los descendientes de los esclavos o cualquier mente alienada por un mundo apocalíptico.
Llegó a las tiendas el 13 de abril de 1973, seis meses antes de que la crisis del petróleo hundiese a los jamaicanos en la miseria un poco más (la mitad de la población vivía bajo el umbral de la pobreza). Aquella semana la lista de éxitos inglesa la encabezaba el pop tontorrón de Gilbert O’Sullivan, que cantaba:
“Ya te lo dije una vez y no lo voy a repetir:
¡agáchate!, ¡agáchate!
eres un perro malo, pero aun así te quiero cerca”.
Nada podía definir mejor la relación enferma entre países ricos y pobres, con los mercados haciendo de alcahueta. En Estados Unidos el libro más vendido era la revolucionaria dieta del doctor Atkins. No se trataba de acabar con el hambre en el mundo sino de hacerse millonario vendiendo que la salvación consistía en dejar de comer pan.
El título del disco viene de la letra de “Slave Driver”, que anima a prender fuego a todos los negreros de este mundo, que arderán en el infierno mientras suena el soundsystem. Ese mismo año los Wailers sacaron otro disco, “Burnin’”, en el que la mecha ya había prendido.
Jugando con el concepto, la portada de “Catch a Fire” mostraba a Marley dando una calada a un canuto de la ganja que los rastafaris tomaban como medicina. Las primeras copias del vinilo se vendieron en una funda que se cerraba con una pequeña bisagra idéntica a la de los mecheros Zippo. Era el año del “Dark side of the moon” de Pink Floyd y también en Jamaica se hablaba de eclipses solares y conjunciones astrales, señales de que el Mesías ya estaba aquí.
Pero el sueño, como todos los sueños, podía invertirse en pesadilla. Se podía proclamar la unión de todos los esclavos, pero la realidad era que en África los tutsis empezaban a exterminar hutus, o viceversa, porque al hombre blanco no le importaba lo más mínimo quién matase a quién mientras fuese él quien vendiese las armas.
En las Olimpiadas de Munich los terroristas habían masacrado al equipo de Israel. Los primeros ejemplares de “Catch a fire” se metían en sus fundas justo cuando se inauguraban las Torres Gemelas. En una isla de Japón encontraban a un anciano que seguía combatiendo porque no sabía que la II Guerra Mundial había terminado.
Con la crisis del petróleo, los precios se dispararon y los salarios dejaron de rendir. La suerte solo sonreía a los pistoleros a sueldo, que años después intentaron matar al propio Marley. Las contracciones de la liberación terminaron en un aborto espontáneo pilotado a distancia, manejado por control remoto como el “Mr. Brown” de otra canción de los Wailers, un infiltrado que vende heroína y delata a los chicos de Trenchtown.
Jamás habría revolución ni justicia, la ganja pronto sería sustituida por heroína adulterada y los que hicieron dinero con el reggae fueron los mismos que lo habían hecho con el pop, el rock y cualquier acorde que se pudiese robar, grabar y empaquetar. No había otro remedio que seguir esperando al Mesías. En el fondo, Haile Selassie no era más que un sátrapa que decía: “siempre habrá ricos y pobres”.
Por una vez no te están golpeando. La línea de bajo acaricia tus neuronas y te garantiza que nadie va a hacerte daño. Los coros te recuerdan que esta noche tienes una cita. La libertad está a la vuelta de la esquina, en un vinilo barato que te llevará desde esta jungla de hormigón hasta el Más Allá que te robaron.
En la cara B alguien sugiere que el hombre blanco es un vampiro, que sus dólares se imprimen con sangre y sus rascacielos se construyen sobre los cadáveres de los pobres. Pero nadie va a golpearte. Esta vez no. Lo que oyes no son amenazas. Es solo tu tribu, cantando para que vuelvas pronto a casa.
Muy buena entrada Nicola.
Un saludo y feliz año.
http://robinju.blogspot.com/
Muchas gracias!
Me alegro que te guste.
Es para mi siempre un gran placer publicar los magnificos textos de Miguel Calzada.
Feliz año para ti también.
Nicola
De verdad que es muy interesante la reseña. Es increíble como el hombre destruye muchas cosas a su paso en la conquista del poder. Pero es aún mas reconfortante ver como a pesar de de las inclemencias, siempre habrá alguien que nos ayude a superarnos día con día.
De verdad me gustó mucho tu entrada.
Saludos.
Te felicito por esta reseña, el poder, la forma de verlo, el paso del hombre por alcanzar un fin.
Excelente narrativa, muchas felicidades!!!
CREO QUE MIENTRAS TODOS SIGAMOS ESPERANDO Y CREYENDO EN UN MESIAS, EN UN LIBERTADOR QUE NOS SAQUE DE NUESTROS INFIERNOS Y PESARES EN LUGAR DE HACER ALGO POR NOSOTROS MISMOS JAMAS CONSEGUIREMOS SACAR A NUESTROS PUEBLOS DE LA INMUNDICIA EN LA QUE ESTAMOS. ES MAS FACIL ESPERAR COMO TU MISMO ESCRIBISTE LINEAS MAS ARRIBA “dando una calada a un canuto de la ganja que los rastafaris tomaban como medicina”
muy interesante , que atravez de la musica tambien sea considerado nos tomen encuenta conn la expresion de la musica el ver como nonotros mismos nos acabamos y todo por el poder..
Gracias por tu comentario, Victor.
Efectivamente el magnífico texto de Miguel Calazada nos ofrece muchos estímulos para reflexiones más generales.
Y gracias por seguirnos!
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Un saludo,
Nicola
Hola, Graciela!
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Un saludo,
Nicola
Interesante esta reseña.
Es muy claro que lamentablemente siempre se ha vivido así, y no solo en Jamaica, aquí mismo en México, es un claro ejemplo de similitudes, comenta Miguel Calzada que los mismos paridos políticos mandaban a matar gente, pues ahora lamentablemente aquí en México ha sido igual, ellos originan este estado de violencia.
Pero siempre es bueno saber que cuando alguien tiene el interés de levantar la mano y decir ya estamos cansado de esto se puede, pero lamentablemente casis siempre no funciona por que el dinero corrompe a la mayoría.
Gracias por tu reseña es muy buena, felicidades.
Muchas gracias por dejar tu comentario, Juan Carlos.
Es muy interesante lo que escribes, y efectivamente esto suele parar en todas partes.
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Un saludo,
Nicola
Sin duda alguna es un texto muy reflexivo. Perdon mi ignorancia, no conosco la mùsica de Bob Marley, pero el leer esto me estimulo muchisimo para ir corriendo y eschucharla. La mùsica se ha convertido en la voz del pueblo, y aunque quieran callarla, siempre habra alguien que por lo menos la chifle…
es un vivo ejemplo que en america latina hay muchos paises iguales, que solo basta el hacer la reflexion para detectar las similitudes, y como comenta miguel cuando se quiere el poder no hay nada que los detenga, y en ocasiones puede originar muchos problemas de todas indole, pero tambien podemos encontar la busqueda de suenos que sin importar los obtaculos siempres se encontrara la forma de vencerlos
al parecer nuestras ambiciones pueden matar nuestros sueños creo que la situación de carencia no solo se vive en pocas regiones del mundo se vive e cada ciudad con cada niño con hambre con cada hombre que tiene que levantarse temprano a trabajar para poder darle de comer a su familia con cada mujer abusada tanto en sus derechos e igualdades como físicamente no nos están enseñando a superarnos nos están enseñando a ser inhumanos a solo pensar en nosotros tal ves estemos olvidando la arma mas poderosa que tenemos, aun mas poderosa que una piedra, un cuchillo o una arma de fuego, es nuestro pensamiento y su modo de atravesar en mente es por nuestra voz o por nuestras escrituras debemos ser conscientes debemos avanzar ya que una idea nunca debería morir ya que son aprueba de balas
Muy buena reseña, nos muestra parte del lado obscuro que no muchos dice, y a mi parecer no puedes opinar sobre un tema si no sabes todos los puntos de vista, y este nos muestra el punto olvidado
Hola Nicola, solo quiero comentar que me agradó este relato. Es increible como algunas personas buscan por todos los medios someter a sus intereses a mucha gente, basándose en sus gustos y creencias. La música debe usarse para expresar alegría, paz y bien común. Gracias por compartirnos éstas historias.
Es una interesante reseña,
nos situa en lugares y tiempos donde no importa lo que este pasandohay gente de diferentes estratos trata de darse a notar por cualquier medio en este caso la musica el reggae.
este es mi comentario.
gracias por compartirnos tu reseña.
Todos en alguna etapa de nuestra vida ,deseamos manifestar lo que pensamos lo que sentimos y es sin lugar a duda la musica una arma que permite que expresemos nuestras inconformidades hacia los demas sin necesidad de la violencia, la cual puede dar la pauta para reflexionar.
Sin embargo hay que hacer un buen uso de ella para beneficio de todos y no solo de algunos cuantos .Creo firmemente que si tuvieramos un fin en comun, cada uno de nuestros sueños se realizarian sin causar pesar a los demas.”LA MUSICA GOLPEA Y NO HACE DAÑO”
Todos en alguna etapa de nuestra vida ,deseamos manifestar lo que pensamos lo que sentimos y es sin lugar a duda la musica una arma que permite que expresemos nuestras inconformidades hacia los demas sin necesidad de la violencia, la cual puede dar la pauta para reflexionar.
Sin embargo hay que hacer un buen uso de ella para beneficio de todos y no solo de algunos cuantos .
Creo firmemente que si tuvieramos un fin en comun, cada uno de nuestros sueños se realizarian sin causar pesar a los demas.
“LA MUSICA GOLPEA Y NO HACE DAÑO”
Excelente trabajo, me as dado mucho para reflexionar el pueblo de Jamaica una historia que no conocía del todo y gracias a este tipo de publicaciones me interesa aprender mas, gracias.
Hola Nicola Mariani:
Es muy interesante y adictivo este tipo de temas porque me insitan a seguir buscando y aprendiendo de todos estos tipos de movimientos, que a su vez asume una gran importancia la musica en este caso. Se que el mejor comunicador entre las personas es atravez de la musica porque llena todos los vacios, espectativas, impulsa, imagina, crea y evoluciona.
En las propias letras de las canciones de Bob Marley como en la que aparece al principio “Isla de Concreto” menciona que lo unico que querian era ser independientes y salir de esa esclavitud en la que vivian a diario. Esto impulso para que la poblacion de Trenchtown (al igual que otras) a tener una vision optimista de un futuro libre de opresion, como la gente en esos dias no sabia leer, el mensaje de libertad se transmitia en la musica.
Es muy importante de que mantengamos nuestro espiritu de democracia y libertad, aunque en ese tiempo no hayan tenido su libertad los rastafaris siguen apegados a su musica y creencias sin dejar atras lo que sus antepasados sufrieron.
Por ultimo me queda comentar es que la musica es una maravilla de la creacion humana.
Saludos coordiales.
El fuego nos hara libres es un tema fuerte que despierta nuestro interes y el desarrollo del mismo nos proporciona muestras profundas de la realidad violenta que se vive no solo en nuestro pais, sino en muchos mas; lo cual me parece interesante y enriquecedor.
El hecho de que unifique el sentir de cada pais con el ejemplo de la musica, nos recuerda que en cierta forma permanecemos conectados por ella, al atravesar por etapas dificiles no estamos solos, hay en cada individuo un interes personal que se muestra de manera colectiva por medio de herramientas universales como lo es la musica y el arte!
Hola, antes que nada felicidades por tu post, yo solo sabía de Bob como cantante de Reggae pero no como una persona que haya utilizado su música como medio de crítica y revolución sin armas. Perseguido como hasta estas épocasse sigue haciendo, solo por el hecho de hacerle ver al mundo la realidad de los países latinoamericanos y no la que su gobiernos quieren hacer ver.